miércoles, 24 de enero de 2018

Vietnam VII - Hoi An I

Soy de los que habitualmente se informan, leen guías y blogs, ven fotos sobre los lugares que van a visitar, pero cuando mi amiga me dijo que había que incluir Hoi An en el recorrido por Vietnam, le dije que sí sin mirar mucho más. Hay quien piensa que es mejor así: llegar con ojos nuevos, aunque en mi caso fue por vagancia falta de tiempo.
Después de la bulliciosa Hanoi, de la variedad de Sapa y de la belleza de Ha Long y Tam Coc, Hoi An fue otra agradable sorpresa. Es quizás lo mejor de Vietnam, que no hay dos días iguales.
Después de que nuestro tercer y último guía del viaje nos hubiera recogido la noche anterior en el aeropuerto, disfrutábamos de un día soleado y agradable en una ciudad claramente orientada al turismo – todo son cafés, restaurantes y tiendas – pero muy tranquila y sosegada.


Fue así como llegamos hasta el puente japonés, superviviente de una época pasada y lejana. En un extremo un perro, en el otro, un mono, representan los años en los que se comenzó y terminó de construir.






El puente fue construido en 1995 (editado) la década de 1590 por los comerciantes japoneses que vivían en esta parte de la ciudad, para conectar los barrios japonés y chino. Mide unos 18 metros de largo, está cubierto de madera y pertenece al Patrimonio de la Humanidad de la UNESCO desde 1999.



Abundan en esta zona las antiguas casas de comerciantes chinos y japoneses, y visitamos un par de ellas. Son amplias, de varias plantas para protegerse de las frecuentes inundaciones y con patios frescos y agradables. Esta primera está a un lado del puente.




Y esta otra la visitamos después de haberlo cruzado.



Pero las calles del centro, flanqueadas de árboles, están llenas de otros muchos edificios de una o dos plantas, testigos de un pasado colonial aún reciente.





Abundan los templos, muy coloridos, en los que arde de continuo el incienso. Hay tiendas de todo tipo en los soportales, de recuerdos o de ropa, donde te hacen un traje en una tarde. Las motos están por todas partes, y hay movimiento, pero el ambiente que se respira es tranquilo. Los árboles abundan.




Hoi An tiene mucho más que ofrecer. Dentro de unos días volveremos a visitarla.